jueves, 29 de marzo de 2007

Serenata fallida

En la ciudad de Xalapa como en todas las ciudades, existen puntos específicos donde uno puede encontrar los servicios proporcionados por tríos, mariachis, duetos, cuartetos, solistas, músicos muy músicos.
El clásico mariachi panzón, el vocalista con jorongo colorido, y dos trompetas de medio uso. Están también los tres huastecos, es decir, tres insignes personajes donde uno lleva la guitarra, otro el requinto y el último le da duro con las maracas. La hora habitual de estos pintorescos congéneres, parte alrededor de las once de la noche en adelante.

Pues bien. Un par de amigos, después de una noche de copitas animados por el calorcillo del valor que todo etil provoca, se enfilaron a buscar a los artistas para llevar serenata a alguna chica. Rondaban altas horas de la madrugada por lo que ya no estaban a la espera los musiquetes, ya sea que andaban de gallo o bien que pudieran estar cómodamente jetones.

Comenzaron a ir a los sitios donde se sabe de la presencia de los cantantes y dieron vuelta al Parque Tecajetes, nadie. Siguieron de largo y llegaron al Meridiano, nada. Continuaron hasta la glorieta del Cinema Pepe, y tampoco. Decidieron dar una vuelta más por si acaso y en la esquina del Teatro del Estado, estaba un tipo con facha de esos que cantan.
– Pos aunque sea un solista - Dijo uno al otro.
– Sí, sí, no hay pedo, el chiste es ir

Detienen el auto justo en el sitio donde el tipo aguarda.

El copiloto pregunta, con voz aguardientosa y mirada medio perdida, vaso en mano:

-Que. ¿Cuánto cobras?

A lo que se le responde con voz áspera y mirada retadora:

-Pinche par de putos, yo no le hago a eso. Da media vuelta y se aleja.

Arturo, estuvo ausente

Hace algunos meses y después de una relación que terminó de una manera no muy grata, anduve estancado en la melancolía. Paso algo de tiempo y un día, sin pensarlo tanto, le escribí esto a aquella linda dama que me robo muchas noches, muchos días, muchas horas, mucho ahínco. No es necesario decir quién es, ya que eso solo importa a quien fueron destinadas estas líneas, líneas que ahora quiero compartir.
Arturo estuvo ausente, pensando, pululando por las tripas de la ciudad, ajustándole horas al reloj, comprando discos y adquiriendo libros en el pasaje Enríquez. Estuvo, insisto, ausente, imaginando los días presentes, tratando de conciliar el sueño, agregando sílabas al anecdotario. Viviendo de lo mismo, enredándose en otros vericuetos de la construcción y las facturas, estuvo dando vueltas en su auto, esperando encontrar con ahínco algo mágico que le alegrara la suerte y le cambiara los deseos. Arturo ha ido al puesto del meridiano, tres de los mismos de siempre con poca salsa, mucha verdura y unas gotas de limón, como se suele pedir al caricaturesco taquero-despachador.

Todavía toma café de su región alentado por un detalle de romanticismo puntual al paladear el líquido tibio mirando a través de la ventana una tarde donde empieza la neblina a poblar las calles. Se disfraza aún de lobo cuando se trata de ponerse serios y no duda en regatear el más insignificante peso en las negociaciones de escritorio. No manifiesta muchas cosas que le duelen, más que por callado, por temor a que le regañen y le hagan notar sus desaciertos. No hace muchos simulacros, de hecho sigue siendo lo suficientemente directo para dar en la llaga sin misericordia y apretarla para que de una vez salgan la pús, sangre y agua, se inflame un poco la herida pero se acabe para siempre y de una buena vez, como continuamente dice y hace, el mañana no existe.

Sigue construyendo castillos, fantásticos sueños que revolotean en su imaginación, y aunque no lo merezca en ocasiones, cultiva aún la formidable familia y los grandes amigos que le anidan, que le devuelven siempre una sonrisa y le dictan que le quieren y que es bienvenido en cualquier sitio y a cualquier hora.

En los exactos kilómetros que tiene diariamente que recorrer, le falta tiempo para emular pasados llenos de besos y abrazos, de sonrisas infantiles, donde el ratón daba cuenta de los dientes, que le apaciguaban el corazón y le hacían correr la sangre con energía y entusiasmo, sigue aún viendo pasar las horas, esperando, confiando, creyendo que de oficio, el amor vuelve otra vez, pensando que el tiempo todas las batallas vence, pensando que un día de tantos que se marcan en el calendario, tocarán a su puerta y él estará ahí, solícito, ágil, cada lágrima un pañuelo, cada beso unos labios.

Ve pasar los cumpleaños de sus pequeños sobrinos que van saltando los escalones de las escaleras cada vez en pares, dos, cuatro y así un día, el mayor de ellos brincará seis de una sola zancada, así es la vida, así se cosechan las cosas, así envejecemos. Cuando llegan los domingos se levanta a media mañana, platica con su madre, juega con su mascota, lee algo breve, pone música a volumen alto y entonces comienza la necia rutina de los momentos que con nadie pueden compartirse porque con quienes se quisiera hacerlo, no se encuentran presentes, y entonces, calmo y pasivo se vuelve a un viejo diván, enciende un cigarrillo y se limita a ver volutas de humo que silenciosamente le matan. Transcurren así los minutos y al día siguiente será irremediablemente lunes y con él vendrán nuevas ocupaciones, diferentes asuntos que diluir, otros libros que empezar, otras canciones que aprender, otras sonrisas que malgastar o bien regalar, en fin.

Arturo no es desdichado. Más bien tiende un poco a la melancolía, le gusta vivir en el pasado y eso lo hace un tanto retraído en sus más hondos pensamientos. Aunque no lo parezca, observa, calla, espera con sobrada desesperación porque no le queda de otra, pero es cierto que disfruta mucho de la vida, romántico es por nacimiento y le absorben los boleros, las letras canallas, sinceras, nostálgicas. Disfruta muchísimo de los platillos que contengan algo que no ha probado nunca, le satisface sentirse querido, importante, necesario en algún lugar, en algún punto, en algún momento. Es protagónico y eso le empuja a que a veces, no sabe distinguir los momentos en los que debe callar y serenarse y surge luego, de la nada, un loco gritón que exaspera al más sensato. Como bien lo sabe y lo ha experimentado, vienen luego los reproches internos y la dura autocrítica que generalmente le afecta seriamente.

Todos los días comete errores, juega con sus propias palabras enamorándose de las mismas, hace campos de flores que no existen y cuando quiere pinta el cielo de un azul que solo él conoce. Le fascina Sabina. No pasa un solo día de la semana en que por lo menos no escuche alguna de sus canciones aunque de memoria las sabe todas. Aficionado a los toros y un tanto conocedor del tema, sabe de artilugios y no tarda en tomar decisiones que de la practicidad lo llevan a los impulsos. Lágrimas negras le llenan el corazón y los recuerdos, lágrimas negras surcan su rostro y al momento de irse a la cama, en sus sueños colma de bendiciones. Prefiere los bares que no cierren la puerta en la madrugada, y hasta lo imposible hace para que el alba le encuentre sonriente, alegre, cantando la martiniana para que el día que muera, la gente le cante al pie de la tumba, con llantos y besos derramados. Así se las gasta, así le gusta, así pasa por la vida, sabiendo que un día las cosas, como todo, tendrán que cambiar y en alguna ocasión habrá que madurar, comprar una casa, ahorrar en una cuenta bancaria y cambiar abrazos por ramos de azahar.
Cuando el tiempo sigue su marcha y se abre paso entre los calendarios de los meses, camina discretamente de un lado a otro, entra al cine en la última función de un lunes para que nadie note que le falta la compañía que cualquier ser humano desearía porque sus prejuicios así se lo dictan, porque le apenaría el saludar a algún conocido que le descubra en su fechoría. Irritable por las mañanas, irritable por las tardes, irritable por las noches. Si alguna situación le incómoda le es inevitable aparentar y sonreír.

Va tras sus metas, siempre, pensando que lo bueno está por venir, recordando que nada es para siempre, que el mundo gira que gira, que todo se pasa, que después de las tormentas viene la calma, olvidando las frustraciones al tiempo al que se hace seguidor de otras, contando estrellas, escribiendo cuentos que nadie lee, coleccionando fantasías, recuerdos memorables, comidas familiares, brindis espontáneos, poesías esporádicas, sonrisas dejadas en el mantel y en el viejo corredor de su antigua casa.

Arturo viene sin prisas, viene más discreto, más complaciente, más complejo, siempre en ansia infinita de revivir pasiones que le rajen el corazón de una buena vez, siempre dispuesto a volverse a equivocar si ese es el camino a la felicidad, viene con más ganas que antes, con más ironía, con menor sarcasmo, con un sentido del humor que le propine a los suyos una excusa saludable para sentarse juntos a mirar el televisor. Viene tal vez como siempre o como nunca, resuelto a vivir la vida de la que tanto habla.

A ella, Arturo le regala su mirada, para que la sepa, para que la analice, para que la entienda o no, para que haga con ella lo que le venga en gana, para que la guarde en un cajón o para que la rocíe en las mañanas sobre su ropa, para que la disfrute o la eche al fuego, para que la abrace o la dé a las aves para que se la lleven al viento, al aire, ahí donde nadie podrá encontrarla nunca…

miércoles, 28 de marzo de 2007

Concierto Joaquín Sabina. Guadalajara, Jalisco.

Noche apoteósica
El sol quemaba inclemente, sin prisas, sin razón, sin motivo alguno. Nos decía serenamente que faltaban muchas horas para que se fuera a las siete de la tarde a la cuna del mar a roncar. La fila se hacía interminable, unas dos mil personas ya nos habían ganado espacio y éramos nosotros quizá la mitad de los cientos de personajes que entraríamos a escuchar a Sabina en su último concierto de la gira ultramarina en nuestro país en el marco de la Feria Internacional del Libro 2006 en Guadalajara, Jalisco. Aún así y con más esperanza que certeza, nos ubicamos en la larga tripa de seres humanos que esperaban sentados en la banqueta.

Las horas transcurrieron lentas, como suele transcurrir todo aquello que vale la pena. Cervezas y botanas iban y venían. Detrás de un muro se escuchaban las notas y acordes del ensayo a las cuatro de la tarde. Ya se coreaban entonces las canciones que vendrían en el magnífico repertorio del primero de Diciembre, aplausos, y emoción. Las distancias se acortaban, los minutos cada vez eran menos para llegar a las nueve de la noche, hora de la cita tras un viaje de varios kilómetros realizado para tal fin.

Apuntaban casi las ocho cuando ya nos encontrábamos dentro de la explanada, listos, efusivos, inquietos, impacientes. Miles no pudieron entrar y solo se conformaron con ver el concierto en una pantalla gigante dispuesta para tal fin en las afueras de la Feria. Otros cuatro mil, aplaudíamos, contábamos anécdotas de otras presentaciones de Joaquín, recordábamos las varias noches en que habíamos entonado sus canciones, siempre preguntándonos como hacía para escribir semejantes canciones, de dónde podía emanar tanta belleza, tanto cinismo, tanta amargura, tanta alegría, tanta vida. Hablábamos de los días en que esas canciones nos acompañaron en nuestra pubertad y en el bachillerato, minúsculos jovencitos, luego evocábamos la estancia Universitaria, donde Sabina aún nos empujaba a que el amanecer nos encontrara desnudos y felices con nuestras compañeras de salón. Ahora ya entrados en los treinta y pocos años, seis horas de fila no nos importaron, queríamos verle una vez más, reinventarnos nuevamente con “peor para el sol”, “a la orilla de la chimenea” “contigo” “19 días y 500 noches” “mentiras piadosas” y tantas más que formaron parte de las casi treinta canciones que nos otorgó en su despedida de tierras mexicanas.

Así, cansados de los pies, más nunca del alma, a las nueve en punto se escuchó lo siguiente:

“Muy buenas noches señoras y señores, dentro del Marco de la Feria Internacional del Libro 2006, dedicada en esta ocasión a “Andalucía”, es un grandísimo honor contar la presencia de un gran cantante, compositor y poeta andaluz. Con ustedes: ¡Joaquín Sabina¡

Y entonces se hizo el aplauso, se redimensionó el olé, se hicieron el bullicio y los gritos, y aparecieron en escenario los músicos. El notable Panchito Varona en un short rojo y tenis negros, Antonio García de Diego impecable en un traje de lino blanco, Jaime Asúa en jeans negros con playera de igual color sin mangas, Pedrito Barceló a la batería y Helen Quiroga hermosa, exquisita, en capa negra mostrando tras de ella una minifalda entallada que daba cuenta de su espectacular belleza. Sustituía esa noche a Olga Román quien no acudió a la cita debido a un embarazo de dos meses que le exigía reposo. Después de saludarse entre ellos, dieron paso al idiota debajo del bombín, como él mismo se hace llamar.

Y es en ese momento, cuando uno puede captar en la memoria, imágenes que se quedarán para siempre al ver entrar al flaco de Úbeda con una sonrisa de gran talante, saludando con la diestra y aplaudiendo al respetable. Nos volcamos todos los presentes en un aplauso sonoro y uniforme que duró varios, varios minutos, cuando simultáneamente se coreaba ¡Sabina¡ ¡Sabina¡ Sabina¡. Y comenzó la fiesta al escucharse los primeros acordes de “Aves de paso”….


¡Buenas noches Jalisco, buenas noches México¡ Yo no sabía que Guadalajara era capital de Andalucía. Es una noche especial para nosotros, para mí como andaluz y por muchos otros motivos, creíamos que estallaba la revolución y lo único que han hecho es detener a la pobre Paquita la del Barrio.

(Sonora ovación)

Veinte metros me separaban del escenario. Se notaban los detalles, por ejemplo cuando en “Ahora que” pegaba en el suelo con un bastón, éste se rajó a lo largo sin embargo no se hizo pedazos, Joaquín siguió pegando en el suelo con el bastón ya roto. Esas cosas a lo lejos, evidentemente no pueden apreciarse.

Cantamos todas, lloré con “Y sin embargo”, recordé a mi antigua novia y volví a lagrimearme con “Contigo”, brinqué en “conductores suicidas”, grité en la de “el pirata cojo”, cerré mis ojos y canté suavemente “calle melancolía”.

Ahora que lo pienso y entrado en total calma, puedo decir que este concierto de los varios en los que he estado, es el que he disfrutado con mayor intensidad. Por varias razones quizá, fue difícil entrar al emplearse seis horas de fila, estuve muy cerca del escenario, el calor del público era indescriptible, tuve oportunidad de cantar y sentir las canciones de una manera muy especial, es el último de la gira en el país y aún no se sabe si volverá, viajé especialmente para estar ahí. Indudablemente, todo valió la pena.

Después de dos horas con quince minutos, Sabina nos dejó fascinados, inquietos, maravillados, con lágrimas en los ojos y un nudo en el corazón. Se despidió y nos volvimos a los terrenos naturales, al litigio de los días comunes, a la rutina de los mismos desatinos sobre los que transita nuestra vida. Pero si alguien cree que aquí la historia termina, más bien comienza.

Porque el destino así lo quiso, uno de mis amigos dejó el espacio para ir al baño, después de las varias latas de cerveza bebidas, al regreso le fue imposible llegar al sitio donde estaba. Se detuvo en algún punto donde un conocido de él le llamó y se quedo ahí la segunda parte del concierto. Fue invitado junto con nosotros a una cantina llamada “la mutualista”. La idea era que probablemente Sabina y los músicos andarían por ahí después de acabado el concierto. Sin más ni más, y mayormente incrédulos, nos enfilamos al tugurio aquel.

Llegamos al sitio, un salón de grandes dimensiones donde una orquesta de Cuba amenizaba la noche. Varias personas bailaban a tope y se escondía detrás de un portón antiguo abierto de par en par, una barra de buenas hechuras, con botellas de diversas bebidas, botanas varias y dos pintorescos cantineros con los que más tarde trabaríamos buena amistad, propinándonos éstos unos tragos generosamente servidos. La fiesta seguía después de haber degustado aquella reunión en la explanada de la feria.

Las mesas y sillas de “la mutualista” no eran más de que del mobiliario de plástico blanco que las cervecerías locales patrocinan, servilleteros y vasos de baja manufactura, escuetos adornos en el salón de baile, posters de Marylin Monroe, engalanaban el área de barra, alguna que otra fotografía, una rocola con varios discos de Joaquín y un puñado de gentes de distintos sitios atiborramos al barman de trabajo.

Joaquín no quiso ir a la cantina. Pero al poco rato, sin anuncio previo, sin escenas, sin cámaras, sin fotógrafos, sin escoltas, arribaron los músicos. Ahí, ya humanos y seres comunes, caminaban y se abrían paso entre la gente, Panchito Varona, Antonio García de Diego, Jaime Asúa, entre otros del staff. Discretos, no tanto como hubiesen querido, ordenaron algo al mesero y se sentaron en el área reservada para ellos.

Algunos tuvimos la mala idea de interrumpirlos, al estorbarles con la solicitud de autógrafos, fotografías tomadas al vapor por alguno que se prestara para tal fin. Y ya con los trofeos obtenidos, me volví a la barra con mis amigos, feliz, contento, pensando en la suerte que tenía y la buena envidia que otros amigos míos Sabineros tendrían, ya que no pudieron ir en esa ocasión.

Seguimos en la barra, varios tragos se nos despacharon, cuando ahora, los músicos decidieron dejar el área privada y se fueron a convivir con la gente que les ofreciera algún cigarrillo o una sonrisa. Y sí, Varona, De Diego y Asúa, estaban a tres pasos nuestros, los saludamos, se dejaron tomar fotos con calma, sin prisas, nos regalaron sonrisas, nos agradecieron las invitaciones más no las aceptaron de algún tequila, cerveza, ron, en fin. Excepto uno, Jaime Asúa, el aceptó gustoso una cervecita estrella y se aventuró con nosotros a pláticas. Vinieron risas, anécdotas contadas por Asúa de las diferentes cosas que ocurren con Sabina en la vida normal, comentarios sobre la gira, sobre las canciones. Se habló de fútbol, de carreteras, de lugares de México que no conoce, de Helen Quiroga y su belleza, de Olga Román y su embarazo, de la guitarra que Joaquín arrojó al piso en el concierto harto de que no sonaba, de cómo él y Varona son amigos desde el Colegio y ya rondan los cincuenta y seis, de que Bilbao es la tierra natal de Asúa y de que no conoce Veracruz. Hablamos de que prefieren tocar continuamente y no dejar tantos espacios en las giras, para estar más tiempo en casa, hablamos de Guadalajara y sus mujeres, hablamos y hacíamos brindis, derramábamos sonrisas espontáneas, todo por espacio de más de una hora. Alguien le llamo, se disculpó por la intromisión y se fue, a los pocos minutos volvió y nos siguió dando detalles de todo cuanto preguntábamos. Le interrumpimos en diversas ocasiones motivados por nuestros varios etiles, al final, nos despedimos con un fuerte abrazo, le deseamos suerte, nos devolvió la cortesía y nos dejó no sin antes, reiterarle la invitación a nuestra casa cuando vuelva por aquí. -Hasta pronto muchachos, un gusto.- y partieron.

Nosotros nos quedamos en la barra y seguimos la fiesta, nos hicimos amigos del dueño, nos invitó varios alcoholes, nos dieron las mil y las unas, seguimos alegres, seguimos viviendo, seguimos siendo mortales, amigos, hermanos…

Arturo Blanco


Concierto
01 Diciembre 2006.
Explanada de la FIL

Arturo López,
Kéndiro Escárcega
y Miguel Hernández,
Como siempre, ha sido un placer¡¡¡



Diciembre 03, 17.05 hrs.

Antonio García de Diego (chela en mano)



Jaime Asúa (Gorra y playera negras)


Panchito Varona (Cállate la boca)

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martes, 20 de marzo de 2007

Sin sentido

En un día común de Noviembre del 2006, andaba por mi escritorio sin hacer absolutamente nada, surgen entonces estas líneas que no pueden tener mejor título. Cuando empezaba a tener una idea de lo que podría hacer para hilar una historia, llama al teléfono una antigua amiga. Acordamos vernos en un pequeño café del centro, y a medida que que la conversación avanzaba, pensaba en que no era mala idea que fuera ella quien me sonriera. Cuando por fin amainó y sin previo aviso, se despidió, a la vuelta de la esquina, según me dijo, le esperaba su novio, y tuvieron que así quedar estas líneas y aquella tarde, por cierto gris.

SIN SENTIDO

La vida, los tiempos, la lluvia de abril, el fuego del martes y la luz otoñal. El invierno que viene sin prisas, la gente cansada de tanto esperar. Las embarcaciones a punto de naufragar, el escondido secreto de quien quiere querer, las risas amargas, el oscuro antifaz, la noche y el día, Juan y José de Serrat, el amor que sabe volver, la suerte del siete, noviembre es el mes.

Me falta contarte mis días, ponerle agua al café, aprender como es debido, no debiera aquerenciarme en los terrenos que me vieron partir, falta precisar las certezas de las incertidumbres. Me hacen falta el tres y los nueves, las flores de primavera, los trenes de cercanías, las barras con desconocidas y aceitunas. Me haces falta tú.

Tengo la rayuela de Cortázar, la disyuntiva de Savater, las gafas de sol, el incómodo auricular, la necia agenda que me invita a faltar, el calendario desgastado del año, el borrador que no borra mis recuerdos, la verde luz del siga, el calorcillo de la dulzura que rápido se va, la fría sala de fotos, el corredor silencioso que mira con desgana mi andar, el olor a madera, el suave velo de alquitrán que envejece mi voz, maltrecha mi aliento y apaga mi vida.

Los sueños y las verdades, los espejos y las mentiras, la música que me sabe escuchar, el necio que soy, el canto del trovador, la virtud de los buenos, el cinismo del mejor, la somnolencia de los despertares, las lágrimas que ruedan sin sentido, el viento que viene del sur, la clara mañana a la que todavía puedo asistir.

Pienso en muchas cosas y por más que me esfuerzo, aún no logro coincidir con el tiempo que acorta las distancias, los motivos se vuelven contra mí, los milagros parecen nunca ocurrir, las oportunidades únicamente existen para los que no las buscan.

Aquí ando, sin rumbo, sin mucho que decir, con poco que hacer, con ganas de volcarme en un abrazo de olas gigantescas, aquí ando, necio, taciturno, aburrido, viendo llover, queriendo correr de mi lugar, queriendo soñar dormido, queriendo verte en mi cama, tendida, desnuda, febril, dispuesta al amor…sonriéndome.


sábado, 17 de marzo de 2007

Como cocinar un pavo al tequila

En una formidable hacienda en Nanacamilpa, Tlaxcala, donde ha llovido demasiado desde su construcción, nos encontrábamos un grupo de grandes amigos en el bar de la misma. En una de las paredes atiborrada de fotos, cuadros y demás curiosidades, se encontraba la siguiente receta.
Como cocinar un pavo al tequila

Compre un pavo
Tómese un trago de tequila
Ponga el pavo en el horno
Tómese otros dos tragos de tequila
Ponga la temperatura del horno a 180 hornos
Tómese ahora tres tequilas más de trago
Horna el prendo
Tómese cuatro tequilos más de traguila
Peva el mato
Tequila otra botella de traer
Inserte el pavo en el termómetro
Tequilese otra sirva de copa
Horneé el tequila durante cuatro horas
Saque el horno del pavo
Saque el horno del pavo
Pave el piso del levante
Repave el relleno
Consígase otra tequella de botila
Monga la pesa y tómese una copa de pavila
Bendiga la dición, sírvase y comase
Lisssssto¡¡¡¡

Los primeros pasos

Queridos amigos, amigas, ciudadanos del mundo que cohabitamos, peatones, visitantes furtivos, compañeros somnolientos, frágiles y tiernas damas que anidan en mi vida, peatones, lectores, compinches.
Aquí mi blog, aún no sé como funcione bien esta cosa, pero poco a poco me iré desenvolviendo como es debido (espero) para dejarles mis impresiones, mis aventuras, anécdotas, chistes, artículos, etc... y esperaría además que participaran conmigo y me dejaran comentarios.
Sea como fuere, por aquí nos leeremos....
Arturo