… él dijo, vámonos / dónde, respondió llorando ella….
… se arroparon con la sensatez del desvarío…
…lejos del altar mayor en el velero pobretón de una botella…
Y así fue un domingo cualquiera en el que Abelardo y Eloísa se subieron al tren de los momentos, contrataron dos nichos en el cielo, se bebieron todas las promesas, se tomaron de las manos y de pronto se hallaron buscando las estrellas que se habían prometido y ante unas olas se juraron que el tiempo que les quedara lo pasarían juntos por el resto de sus vidas, buscaron en la arena conchas marinas que sirvieran de mudos y fieles testigos; luego la policía les cortó las alas, un dios envidioso les castigo por traparse con desmedido afán por las rutas del placer y fueron la vergüenza de sus padres, la prensa se encargó entonces de divulgar su aventura y unos asintieron en que habían cometido una terrible falta a la moral y otros nos quedamos quietos, mudos, envidiosos, viendo como dos pequeños jovencitos habían logrado algo que yo nunca he atinado siquiera a mirar, beberse la vida de un solo golpe y hasta las últimas consecuencias. Finalmente nada pasó y ellos siguen, supongo, cada quien sus propias historias y yo , veo la lluvia azotar las calles de mi pueblo, en una tarde gris. En dónde me cabe tanta cobardía, me pregunto.
domingo, 7 de septiembre de 2008
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